Un día como cualquier otro... o casi.
Sonó mi despertador, como siempre, a las 6.00 am. Sólo que ésta vez, luego de una pausa para organizar mi adormilada mente, me volví a acostar en medio del silencio de la casa en penumbras, para escuchar si Renato, mi hijo de doce años, reaccionaba a su despertador y se echaba a andar por sí mismo. Estaba lista para levantarme a despertarlo si no escuchaba ruido, para que no se le hiciera tarde para la escuela. Pero no fue necesario, la luz afuera de mi recámara se encendió, y la casa comenzó a cobrar vida. Sonreí, él había cumplido su palabra, se levantó solo y estaba preparando su propio desayuno como habíamos acordado ayer, cuando le di su beso de buenas noches.
El sueño me ganó, y cuando volví a abrir los ojos, 15 minutos después, escuché el inequívoco sonido de las prisas: puertas que se abren y se cierran en la cocina, pasos apresurados en la planta baja, y la orquesta
in crescendo de platos, vasos y sartenes en la cocina. Tuve que hacer un verdadero esfuerzo para no levantarme y ayudarlo. Me sentí triste de no hacerlo.
¿Por qué hoy?
Hoy, 9 de marzo del 2020, es el Paro Nacional de Mujeres, #undíasinnosotras, sin precedentes en México, en protesta por el creciente número de feminicidios y la impunidad de siempre.
Kurczyn y Rodríguez, economistas de City Banamex, preveen que alrededor de 7 millones de mujeres se ausenten de sus trabajos remunerados, y que una cantidad mucho mayor también haga paro en sus labores no remuneradas, tales como las tareas del hogar, el cuidado de los niños, los viejos o los enfermos, así como en su consumo (no compraremos nada). Esto representaría más del 50% del valor agregado de la economía en un día.
Algunas escuelas suspendieron clases, otras apoyaron a sus maestras y alumnas si querían parar; en nuestro caso, la escuela abrió sus puertas sólo para los alumnos varones, que serán atendidos por los pocos hombres que trabajan ahí, tanto en el área administrativa como académica, y dedicarán el día a tener dinámicas y reflexiones en torno al significado de esta "desaparición voluntaria" de las mujeres en su entorno. Muchas empresas declararon su apoyo a sus empleadas ofreciendo no ejercer sanción alguna si se sumaban al Paro. Padres, tíos y amigos aliados están llevando a los niños a la escuela, como fue nuestro caso.
Una vez que los ves, ya no puedes dejar de verlo.
En lo personal creo que esto es un parteaguas cultural para México, poderoso y doloroso también. El inicio de una nueva etapa en donde ya no será posible no ver esta violencia que se ha normalizado al grado de hacer del feminicidio un fenómeno en aumento por todo el país.
No será, por supuesto, un cambio espontáneo ni automático; será complejo, difícil. Pero ya se cayó el telón, ya se expuso ante los ojos de todos, con el apoyo de las redes y de muchos medios de comunicación en donde se ha analizado el tema extensivamente durante las últimas semanas. También ha sido tema de sobremesa en muchos hogares, lo que ha generado debate, reflexión y también polarización. Ya no podemos hacer como que no sabemos; algo ya cambió. Y el cambio, seguirá generando cambio. Cuando el mecanismo de la transformación se echa a andar, pese a la resistencia, es imparable. Y esta resistencia se manifiesta también en nosotras mismas.
Mi resistencia involuntaria.
La resistencia no es menor. El día de hoy me propuse observarme con curiosidad, estar atenta a mis pensamientos, emociones, reflexiones, a mis impulsos y hábitos en mi forma de relacionarme con el mundo, con mi entorno, con mi familia. Y el ejercicio ha sido auto revelador:
Me he dado cuenta, por ejemplo, de cómo con todo y mi bagaje feminista, con todo y que me considero una activista en el tema, me cuesta trabajo deshacerme de mis introyectos que contribuyen a la normalización de la inequidad.
Esta mañana, me sentía triste y, sobretodo
culpable, al imaginarme a mi hijo arreglándoselas con algo tan simple como prepararse su desayuno y su lunch para la escuela. Aunque él estaba contento y emocionado por la oportunidad de apoyarme para que yo participara en el Paro.
Al mismo tiempo, me sentí orgullosa de ver que he criado a un niño sensible a estos temas y creo que este Paro será una experiencia importante para él. Fue por eso que me amarré el corazón, las manos y los pies, para no levantarme a ayudarlo, y dejarlo vivir la experiencia, sentirse parte de esto.
Me quedo pensando muchas cosas con respecto a mi rol como cuidadora, y me doy cuenta que me gusta, que levantarme no me habría representado una carga -aunque me cueste trabajo madrugar. Y no porque atender a mi hijo sea un signo de inequidad; especialmente no cuando tiene un papá que, pese a que no vive con él, está muy presente y comprometido con su crianza. Lo que me pareció una señal de alarme ¡fue
mi sentimiento de culpa! ¿De qué introyecto me viene eso?
En realidad, es muy importante que él experimente mi ausencia el día de hoy -y la ausencia de Tere, que nos ayuda normalmente en casa-, para que no de nunca por sentado que las cosas se hacen solas, o que las hace alguien por él porque "así debe ser". Que se dé cuenta del esfuerzo que implica cada servicio o cuidado que recibimos; que note la importancia que tiene que hagamos equipo, que nos apoyemos.
El privilegio de poder hacer el Paro.
Este Paro nos ha hecho valorar la presencia -a él, la presencia de su madre; a mi, lo afortunada que soy de poder estar presente- y darnos cuenta, de forma muy limitada pero contundente, de lo que implica la ausencia -aunque sea apenas simulada y por un día, aunque para él sea como un juego emocionante; porque en realidad, por fortuna, su mamá no es una de las diez mujeres que desaparecerán el día de hoy en México.
El Paro, sin lugar a dudas, tendrá un impacto trascendente hacia afuera. Y también, qué importante, tendrá un impacto profundo en nuestras familias -donde se gesta parte de la transformación-, y dentro de cada una de nosotras que elegimos desaparecer, desde el privilegio de poder hacerlo sólo simbólicamente, este 9 de marzo del 2020.
#undíasinnosotras #niunamás #sororidad #soymamáymás
Que pronto veamos los frutos de la equidad: un mundo más seguro, más amable, más justo, para tod@s.