Dicen que todo se parece a su dueño... y yo me pregunto, ¿será?
He de decir que, aunque a veces me siento agotada de mi rol de mamá en sus 40s, sigo teniendo suficiente energía para defender lo mío. Tibia, no es una palabra que usaría para autodefinirme. Aún no estoy esterilizada y de un tiempo para acá sé que soy valiente. En cuanto a sentirme satisfecha como para no tener necesidad de defender las sobras... ¡tampoco es mi caso! Por el contrario, suelo estar en una eterna búsqueda de aquello que me falta, de lo que todavía no alcanzo, de lo que aún quiero conquistar.
Finalmente está lo de maullar junto a una ventana. ¡Eso sí que me gustaría! Aunque sustituiría la palabra maullar por la palabra cantar. Y hacerlo junto a una ventana o caminando por el campo sería un detalle sin la más mínima importancia. ¡Cómo se me antoja tener esa bellísima capacidad de alzar la voz con armonía y entonar una canción para arrullar al alma!
En conclusión, creo que en este caso, la dueña no se parezca a su gato... Y es muy bueno que además tenga conciencia de ello, porque si creyera que sé cantar como él aúlla, no dejaría dormir a los vecinos con tanta serenata. Pero como sí lo sé, mejor les comparto el hermoso canto de alguien que sí canta bellísimo, con la canción con la que esta noche mantendría a mi vecindario con insomnio: El Caracol, interpretada por Susana Harp.
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