Pintura de Brian Andreas
Nos despedimos esta mañana. De nuevo. Fue una de esas despedidas que comparten un dolor punzante en el corazón y la gratitud por el encuentro, por breve que sea. Cuesta acostumbrarse al cambio, una y otra vez. Parece que nunca terminamos de aprender que eso es la vida, una secuencia de paisajes que se transforman a cada momento.
Pero creo que es un aprendizaje tardío, no innato. El más pequeño de esta familia, de 4 años recién cumplidos, fue quien nos consoló y nos recordó lo importante: "Tranquila, hermanita. Recuerda que papá está en tu corazón..." Luego, nos hizo reir a carcajadas con sus juegos y ocurrencias. El toma con naturalidad todo lo que sucede. Se adapta y no voltea hacia atrás, sigue viviendo lo que viene, con la misma intensidad que lo hizo ayer y sin preguntarse ¿por qué? (Todavía....) ¡En gerundio, pues!
No sé en qué momento se acaba esa naturalidad para estar sin reservas. Pero me gusta atestiguarla, para que, cuando sea necesario, se la cuente y lo inspire a cultivarla, como él me inspiró esta mañana a cultivarla en mi. Finalmente, y aquí de nuevo parafraseo a Byron Keaty: amar lo que es es la mejor forma de ser feliz.
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