A nivel personal podría decir que la profecía atinó en una cosa: el caos. No obstante, fue un caos asociado a la vida, no a la muerte. El mundo comenzó para Sabina, y no volvió a ser el mismo para mi. Desde entonces no respiro igual, no duermo igual, no pienso igual ni tomo decisiones igual. Soy otra en más de un sentido, y mi hija existe cuando antes no podía ni imaginarla. Terminó una etapa de mi vida, comenzó otra. Y así es la vida, ¿no es cierto? Una sucesión infinita de comienzos y finales: cada segundo termina, cada minuto, cada hora, cada día... Cada mañana termina, cada noche comienza, cada sueño, cada proyecto, cada amor, cada vida.
La vida es un aliento entrelazado con el que sigue, como formando un collar de instantes respirados, una cadena de momentos, paisajes, aromas, relaciones, sabores, caricias, conversaciones, parpadeos, pasos, movimiento, quietud. Un latido, un arrullo de estrellas y de rayos de sol, un oleaje de tiempo.
Hoy, después de doce años, el año del dragón vuelve a tomar aliento, tras una pausa de 148 lunas, renace. Comienza un nuevo ciclo a terminarse nuevamente... continuemos.
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