Así vamos por la vida, sin notarlo. Y sin embargo vamos cultivando. Un día volteamos hacia atrás y miramos el camino que dejamos a lo lejos, y nos vemos al espejo y sabemos que ha pasado el tiempo, que no somos los mismos, que además del cansancio de los ojos y el confeti de canas, hay algo aquí muy dentro, diferente: tenemos una historia, sabemos sonreírle a la tristeza, acompañar la soledad, abrazar el dolor, y sentirnos contentos con todo lo que ha sido -hasta con aquello que en su momento no fue grato. Ahora cobran sentido esas palabras sabias que alguna vez leímos o escuchamos. No necesariamente son ya nuestras, pero se acomodan mejor que en el pasado en alguno que otro hueco de la vida.
Sí, eso pasa con los años. Vamos aprendiendo de vivir aún sin proponérnoslo. Cultivamos comienzos, errores y reinicios; cultivamos intentos acertados y fallidos; cultivamos la vida -que es el mejor sinónimo de cambio y movimiento; cultivamos amor, muy imperfecto; cultivamos maneras de existir y ser felices sin dañar a otros... no siempre lo logramos; pero es inevitable, caminamos y vamos cultivando, caminamos dejando a nuestro paso un terreno sembrado de experiencias.
Y un día, justo cuando el reflejo en el espejo comienza a parecer extraño, notamos con sorpresa su presencia: algo como una flor en la mirada, algo como de sol en la conciencia, algo como de paz dentro del pecho, algo como sonrisa hasta en el alma.
Tal vez, sólo tal vez, comience la cosecha.
No sólo cultivamos. Uno va cosechando día con día. Despertar y poder mirar el sol es una de las más grandes cosechas que he tenido.
ResponderEliminarBo soy afecto de esperar grandes acontecimientos en mi vida, prefiero las cosas simples. Lo que me hace apreciar cada momento.