Me encanta la noche. Disfruto su silencio, su quietud, sus grillos. Cuando es noche estrellada me embelesa la negrura de su manto. Cuando, como hoy, la luna llena y su presencia ineludible nos abraza, no puedo resistirlo: salgo al jardín -o al menos me asomo a la ventana-, para bañarme de argentino placer hecho luz fría.
Esta noche mi jardín extravió su obscuridad. Ella se la robó y lo dejó iluminado, blanquecino, casi brillante. ¡Puedo ver la vida nocturna allá afuera!, y de nuevo atestiguo el vuelo de las hadas misteriosas lamiendo miel y polen de la flor como de vino.
Me gusta la noche. Para escribir, para pensar, para compartir y para amar.
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