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lunes, 27 de diciembre de 2010

La incertidumbre: una oportunidad



En los últimos años ha habido ciertas ideas que le han dado sentido a mi búsqueda personal de forma muy puntual: integridad en el 2008; soledad gozosa en el 2009; aquí y ahora en el 2010. Y estos últimos días, sin buscarla, la palabra incertidumbre se ha colado en mi conciencia de una forma diferente a como la había percibido siempre.

Para mi, incertidumbre era una palabra incómoda, que me causaba miedo, ansiedad, desasosiego. No obstante, las lecciones de vida del año que está por terminar me han dejado una enseñanza importante: es verdad, tal y como lo dicen los sabios de todos los caminos, la incertidumbre es la única realidad. Vivimos parados en ella, por más que nos esforcemos en construir la fantasía de la estabilidad, en planear el futuro como si estuviera en nuestras manos saber qué sucederá, como si pudiéramos garantizar siquiera que estaremos vivos dentro de un segundo.

En este año sentí que se me caía el mundo en más de una ocasión, y sobreviví. Pensé que nunca podría olvidar, y olvidé. Pensé que nunca podría perdonar, y perdoné. Pensé que nunca podría adaptarme a mi nueva realidad, y me adapté. Pensé que qué bueno que había logrado todo eso, porque así era ahora mi vida, y no iba a cambiar... ¿y adivina qué? Volvió a cambiar. En el momento más inesperado, de la forma más inverosimil. Casi no termino de salir de mi asombro, y al mismo tiempo pienso: ¿pues qué esperabas? Si tú ya sabes que todo cambia, todo el tiempo...

En este preciso momento, incertidumbre me parece una palabra emocionante, interesante, intrigante e infinita: abre todas las posibilidades. No me asusta, no me quita paz, ni me hace sentir ganas de acabar con ella. Por el contrario, la encuentro inspiradora y estimulante.

Me gusta la palabra incertidumbre para el 2011. El concepto será: Incertidumbre es oportunidad.


jueves, 16 de diciembre de 2010

Caminando coincidencias



¿Cuántos caminos hubieron de trazarse para que tú y yo coincidiéramos?, ¿cómo fue, como es, como será? Cuenta Cortazar que, al igual que en su obra maestra, Rayuela, él conoció a una mujer con quien, sin ponerse de acuerdo, se encontró en la misma esquina de París, en donde los protagonistas de su novela coincidieron en una escena similar. (No te pierdas la serie Imaginantes que comparto abajo).

Mi vida, como seguramente la tuya, está construida sobre coincidencias. Encuentros inesperdos, cambios de planes que provocan lo inimaginable, retrasos que nos evitan la muerte o que cambian para siempre nuestras vidas. El orden del caos.

La incertidumbre me asustó siempre. Hoy, de forma inexplicable, la encuentro emocionante. Mi vida está por dar un giro importante. Lo sé, lo intuyo. Mis decisiones de los últimos años lo han ido preparando. Aún no acaba el 2010, y de pronto quisiera recorrer "el cassette" hasta el final del 2011 para ver qué sucedió.

Pero por fortuna, no se puede. No queda más que vivir el instante, dejar que la vida fluya y que los días me lleven, paso a paso, hasta el último mes del siguiente año. Entonces, me deleitaré reconociendo los vericuetos de la vida, y seguro agradeciendo una vez más todas las coincidencias que me han de llevar a mi futuro.

Feliz cierre de ciclo... recapitulemos.

Imaginantes: "Encuentro con el azar" Julio Cortazar

martes, 14 de diciembre de 2010

La vida es un salto en paracaídas... o muchos.

Pues aquí viviendo se me pasaron los días sin encontrar el camino hacia mis blogs. Han sido días llenos de revoluciones externas e internas. De cambios inminentes, inesperados, inevitables o voluntarios. Todo a la vez, supongo.

¿Alguna vez te tiraste de un paracaídas? Yo sí, en tres ocasiones. A veces ni yo lo creo, pero lo hice. Me entrené en la mayor de las inconciencias, en un taller que ofrecieron en la universidad. Hice mi primer salto "estático" (es decir, con un paracaídas militar que se abre por sí solo a unos cuantos segundos de haber saltado de la avioneta), absolutamente emocionada, con el miedo taimado por el entusiasmo que da la ignorancia. En el último momento pensé que no me atrevería, pero ya no tenía alternativa, salté y por obra y gracias de mi buen karma, todo salió bien. El paracaídas se abrió y mi grito de terror se perdió en la inmensidad del cielo por el que de pronto me encontraba cayendo a no-sé-cuántos-muchísimos kilómetros por hora. Como en un suspiro vi la tierra acercarse vertiginosamente, vi la copa de un árbol -el único árbol en kilómetros- casi en el mismo instante en que rodé por el piso a un laditito del tronco. Y se acabó. Lo había logrado.

Mi segundo salto lo hice por puritito orgullo. Iba más aterrada que en el primero, dado que ya sabía lo que se sentía: ¡vértigo suicida! Sin embargo, qué satisfacción sentí cuando llegué Y el tercero, simplemente no me explico por qué lo llevé a cabo. Pero en el instante en que me encontraba en medio de la nada llegué a la conclusión de que no tenía necesidad alguna de seguir pasando por ese estrés. Y di por terminada mi carrera como paracaidista.

Así han sido estos días... algunos como primeros saltos, otros como segundos, otros como terceros. Saltos al vacío de lo desconocido, saltos al vacío de lo conocido, saltos que no quiero repetir, o que sé querré repetir eternamente... Cambio. Y en ese ir y venir de mi vida y sus paisajes, perdí el paso de bloguera comprometida.

Pero aquí estoy, de nuevo, retomando la carrera y encantada de que sigas ahí para acompañarme en el camino. (Y ¡gracias a Hana por jalarme las orejas!)

Un día de estos me animo y me aviento en Parapente.... ¡ya te contaré!