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lunes, 11 de julio de 2011

Me duele México, querido Mane

Para Mane
y por todos los sueños posibles
que nos dejó encargados

Es la hora de la luz, querido Mane. Para ti es la hora de la luz. Para ti, hermano caminante de esta tierra, compañero entrañable de utopías, maestro de convicciones y congruencia, ejemplo de mago que materializa sueños, gratísima compañía de charlas, de debates, de cómplices carcajadas por todo lo posible, entrañable amigo de la vida.

Hoy estoy triste por lo que ya no compartiremos en esta afortunada existencia que cruzó nuestros caminos. Estoy indignada porque alguien se atrevió a tomar tu vida, y con ello desgarró el corazón de tantos que te queremos. No estoy en paz con este desenlace, no estoy conforme con tu muerte prematura. Porque sé todos los caminos que aún recorrías y los que te faltaban. Porque habíamos muchos que seguíamos tus pasos, a quienes inspirabas. Porque eres uno más de los tantos que han muerto impunemente en nuestro triste México. Porque hay una realidad terrible que nos cubre como sombra maligna: vivimos en un país que ya no es capaz de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, su libre tránsito por calles y carreteras, la vida pacífica para quienes por elección propia o circunstancia de vida estamos aquí, en vez de buscando refugio en tierras ajenas.

Tengo un nudo en la garganta desde ayer que supe que te habían matado. Tu muerte habría sido dolorosa de cualquier manera, pero saberte arrebatado de la vida por las deplorables condiciones que vive nuestro México, me enerva, me abruma, me indigna, me rebasa, me asquea.

Tú nos enseñaste una y otra vez, con el ejemplo, que las soluciones venían desde abajo, desde nosotros mismos, con acciones concretas, con trabajo, con solidaridad, con compromiso, con la palabra sincera y la dignidad del que no pide, sino que da y propone, y sueña y transforma y no sólo dice sino que hace.

Mane, hoy me siento con las manos vacías, amigo. Pero lo que aprendí de ti, Maestro, vive en mi corazón de irremediable idealista. Y no dejaré que se apague, en tu memoria, y porque quiero ser parte del sueño posible que transforme a este país a través de la cultura, como hacías tú con cada paso.

Mi corazón contigo siempre, Mane querido. Descanza en paz, que dejaste un ejército completo de luchadores pacíficos persiguiendo los mejores ideales.