Translate

miércoles, 30 de septiembre de 2009

La belleza ineludible



Mi asombro es infinito, como la belleza en todas partes. Basta fijarse... Esta tarde, de regreso de Puebla me acompañó un paisaje de esos que quitan el aliento. Se transformó con la discreta, casi imperceptible, entrada de la noche. Primero fue el crepúsculo rodeando al Popocatépetl. Luego, la luna iluminando su silueta con todo y fumarola, ya rodeado de estrellas. Y cada instante era tan hermoso como el anterior y el próximo. Estaba tan absorta mirándolo de reojo, que hasta me perdí, ¡y eso que el camino era derecho, derecho! 

Esos volcanes -El Popo y el Izta- nunca son los de siempre... No puedo evitarlo, aunque han sido mi paisaje desde los 8 años, los veo y me vuelven a sorprender cada día. Es imposible no quedar absorto en el paisaje cada vez que aparecen.  Recuerdo un invierno en Cholula por ahí del 92, en que hizo mucho frío y la nieve llegaba hasta las faldas de este par de personajes orográficos. Todo mundo subimos a la iglesia sobre la pirámide de Cholula a tomar fotos espectaculares. Pero también ahora que se me aparecen de sorpresa en los días claros, desde mi camino favorito rumbo a Yautepec, manejando por entre cañaverales, a lo lejos y con el preámbulo increíble de la cordillera tepozteca, vuelven a hacerme suspirar... ¡no tengo remedio! Le concedo toda la razón a Isabel y a Prudencia Migoya en Ninguna eternidad como la mía, de Angeles Mastreta:

Parecen eternos -dijo tras una hora de contemplar los volcanes en silencio.
Son lo más cercano a la eternidad que conocemos -dijo Prudencia -. Ni tus lágrimas van a durar tanto.
Ni mis lágrimas -aceptó Isabel. Había dejado de llorar hacía una hora -.
Espero que ningún desamor sea tan largo. Pero mi breve paso por el cielo, ese sí duró tantísimo. Tengo a estos volcanes de testigos. Ninguna eternidad como la mía.


Siempre me ha gustado viajar por carretera para mirar por la ventana la belleza del camino -siempre se encuentran paisajes que admirar-, pero ahora hasta los paisajes cercanos me conmueven... Nunca había apreciado con tanta emoción un cielo nublado y amenazante, ni el campo extensísimo, verde y monótonamente hermoso.  No sé por qué no me había fijado antes, pero ya no importa. Hoy me fijo, me embeleso, lloro de emoción y me distraigo ¡aunque me pierda, no me lo pierdo por nada! 

Un haiku, para mi paisaje favorito del día de hoy. Amo al Popocatépetl. Hasta el nombre, ¡es divino!, ¿no?

 Tu crepúsculo
gigante coronado
me embriaga el alma

martes, 29 de septiembre de 2009

Sonrisa y luz


De nuevo esa imagen tan recurrente y, sin embargo, tan hermosa. Esta noche, como coronando el cénit de mi casa, estaba la luna, casi media y un brillante luminoso junto a ella. Como el lunar junto a la boca de Cielito Lindo. Y, ya sabemos como es eso de ver lo que queremos ver en todo. Hasta hace poco tiempo, el satélite y el astro me evocaban un par de amantes. Hoy, me vi a mi misma: sonrisa de luna, lunar de luz. Me gustó la evocación. La sonrisa y la luz en medio de esa solitaria inmensidad. Hay, por supuesto, millones de otras estrellas, pero esta noche no se ven.

Me gusta mi luna sonrisa, me gusta la noche y esta luminosa sensación de ser un lunar estelar.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Mi paz no es sólo ausencia de la guerra



¿En qué consiste la paz? No son fáciles las definiciones. Todo termina siendo subjetivo, así que podríamos decir que las definiciones, como todo lo demás, son cambiantes, impermanentes, inexactas. Especialmente las definiciones de aquello que está vivo. Y también de lo que no lo está. Finalmente las definiciones se hacen desde el punto de vista de alguien vivo, que percibe.

La paz, por ejemplo. Podría definirse por aquello que no es, como la ausencia de guerra o como un estado de ánimo apacible. Pero hoy, que me encuentro con el ánimo sosegado y no estoy en guerra, tengo ganas de encontrar definiciones personales para mi paz:

silencio cálido
ramas que se mecen
murmullo del agua
azul, verde, blanco
mantra
sonreír para adentro
campanitas de viento
luz de luna como aura
noche sin luna, estrellada
té verde con pétalos de rosa
la voz como de agua quieta de mi papá
la mirada luminosa del retrato de Alis
Renato dormido
el abrazo fortísimo de Sabi
un baño de tina a la vainilla
una mano amiga tomando la mía con firmeza
sentarme a escribir sin prisa
respirar profundo
sentir el correr de la sangre en mi cuerpo
las castañuelas de un caballo trotando parejito
una lluvia suave, casi niebla
las olas del mar, tan infinitas
el viento descubriendo mi cara
el momento justo en que concilio el sueño
la voz nostálgica del violonchelo
un camino de piedras mojadas por la lluvia
la quietud del horizonte
el regalo de la vida

Para el día de hoy tengo un deseo ferviente para ti: ¡Que la paz sea contigo! (aunque no sea domingo).

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Día gris, corazón soleado


¡Ay, qué bien me siento hoy! El día es gris y mi corazón está soleado; llueve y el agua hace danzar el pasto de mi jardín; me gusta mi vida aunque mi cuenta bancaria esté en números rojos; Renato tiene gripa y ayer se cayó a la alberca y me sacó un sustazo, pero hoy amaneció sonriente, feliz... ¡vivo!  Mi Sabina es hermosa con su look desarrapado y su amorosísima manera de ser hermana de un escuincle encantador y "mulilla", como Su Majestad Renato; comí atún de lata aderezado con jugo de un limón de mi arbolito.... ¡wow!, ¿no? 

Siento aquí, junto a mi, tanto amor de la gente a la que yo también amo, que realmente creo que no necesito pedir nada más... Bueno, sí, me encantaría tener aún muchos años por vivir.

Gracias, a ti que lees estas líneas, por estar en mi vida.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Un big bang en la mirada


Imagina dos mares que se juntan de pronto, en la más inesperada de las coordenadas de este mundo. El choque de mareas, de ritmos y vaivenes, de temperaturas, de densidades, faunas y floras debe ser confuso. Pero eventualmente lo logran: sincronizan su impredecibilidad y se vuelven un solo cuerpo de agua, se reconocen, resuenan como notas afinadas y esos dos universos comienzan a danzar un imposible tango al infinito. 

Así nos pasa a los seres humanos con cada nuevo encuentro de pieles, de labios, de manos, o hasta de miradas... cada vez que tropezamos por primera vez o por enésima con otro, dos eternidades colisionan y comienza de nuevo la creación. Somos un bing en potencia, o un bang latente. Pero para ser big bang, hacen falta por lo menos dos.

¡Qué milagros colosales se generan con tan sólo dos presencias!

viernes, 11 de septiembre de 2009

¿En cuántas cajas cabe tu vida?



Minimalismo

(Calco del ingl. minimal art). 1. m. Corriente artística que utiliza elementos mínimos y básicos, como colores puros, formas geométricas simples, tejidos naturales, lenguaje sencillo, etc. (RAE)


En su ámbito más general, es referido a cualquier cosa que se haya desnudado a lo esencial, despojada de elementos sobrantes, o que proporciona solo un esbozo de su estructura, y minimalismo es la tendencia a reducir a lo esencial. Se aplica también a los grupos o individuos que practican el ascetismo y que reducen sus pertenencias físicas y necesidades al mínimo, es también el significado a simplificar todo a lo mínimo y generar un "corto circuito" en el receptor de la obra. (Wikipedia)



En los últimos años nos hemos familiarizado con la palabra "minimalista", principalmente a partir de la arquitectura. Al escucharla nos vienen a la mente imágenes de revistas de decoración, en las que se publican espectaculares propiedades que van desde mansiones churriguerescas, hasta lofts neoyorquinos que parecerían inhabitados por tan pocos objetos que contienen. Estos últimos son los ambientes minimalistas.

Sin duda, son hermosos, armónicos, ordenados, limpísimos. Pero yo siempre me he preguntado, ¿en dónde guardan esas personas sus toallas femeninas, sus zapatos o el tostador? Porque me cuesta trabajo pensar que realmente no poseen más que lo indispensable... aunque sucede. Conozco personas que podrían empacar su casa en diez cajas, o monjes budistas que sólo poseen lo que les cabe en un morral.

Se antoja, ¿verdad? Ni duda cabe que, en la sociedad de consumo en que vivimos, estamos acostumbrados a acumular más de lo que necesitamos. Haciendo un ejercicio de conciencia, podríamos reducir fácilmente la ropa que tenemos colgada en el armario a la mitad, sin sentirnos despojados. De todas formas, gran parte del ajuar con que contamos no lo usamos nunca. ¿O no parecemos retratos con los mismos pantalones cada fin de semana? 

El hábito de revisar y deshacerse de lo que ya no se usa, lo mantienen como una tradición en Japón. Lo hacen cada vez que entra la primavera y sacan todo de armarios y cajoneras para empezar un nuevo ciclo. Y me parece que es una excelente costumbre... No estamos en primavera, pero no estaría de más llevarlo a cabo cada cambio de estación, y ya pronto llegaremos a la transición hacia el otoño. ¿Por qué no hacer una limpieza? Y no sólo del clóset, sino también del corazón y de la mente.

Deshagámonos de esos zapatos que parecen nuevos y que nunca usamos porque nos sacan ampollas; donemos a un bazar o a personas que lo necesiten la ropa que ya no nos queda y que hemos conservado durante dos años con la esperanza de volver a ser tres tallas menos. Limpiemos también el corazón de apegos tan dañinos, de rencores guardados, de amores imposibles. Y, lo más difícil, deshagámonos de una vez por todas del tan inútil ruido de la mente; de esos pensamientos negativos que destruyen; de los juicios constantes hacia los demás y hacia nosotros mismos; del hubiera y del fue, para aprender de una vez por todas a vivir el presente.

¿Te imaginas la de cajas que necesitaríamos para cumplir este propósito loable? Especialmente para lo que se refiere al corazón y a la mente, me parece que haría falta una mudanza más grande que la que vi hoy en el noticiero anunciando que la casa de Michael Jackson había sido vaciada de todas sus posesiones. No tengo idea de en qué otra casa cabrán tantos objetos... habría sido interesante convertirla mejor en un museo. Una estrella como él, tiene esa posibilidad. Nosotros, sin embargo, no tendremos salas de exhibición para todo lo que acumulemos. Lo cargamos por la vida sin sentido y como lastre...

No me imagino convirtiéndome en minimalista... pero sí, definitivamente, anhelo tener muchas menos cajas - de cartón y también de imperceptibles guerras personales-, la próxima vez que me mude de casa.

Y tu vida ¿en cuántas cajas te cabe?

No quiero treguas

Apareces de nuevo

Después de tantos años

La leyenda viviente

Convertido en mortal

Que no envejece.

 

Es una tentación muy grande

Dejarme acompañar

Por tus palabras graves

Permitirle a tu voz

Acariciarme

Escapar con tus versos

De mi bosque.

 

Hoy te miro a los ojos

Tan serenos

Y conlcuyo que no.

No voy a establecer tormentas

Ni ventiscas que coarten el sosiego

Al tiempo que me impiden

Terminar con mi guerra que ya escampa.

 

No quiero treguas

Sino armisticios contundentes

Para mi corazón.

Como si no te hubiera conocido nunca

Porque amar hace más fuerte el corazón

 

Pensé en hacer como si no te hubiera conocido nunca

Pero no tiene caso.

Tu sonrisa me hará sentir feliz

Hasta el final de todos los oleajes

porque el amor que te di

Reconstruyó mi forma de existir volando.

 

Ya soy de nuevo yo

De tanto amarte.

Hoy tengo pies con alas

Y una vez más

Sonrío y camino a solas.

 

Con brújulas doradas en los labios

Me miro en el espejo y me descubro entera,

Va desde ahí la fuerza de mis alas

Para que todas tus metáforas cantadas

Tus Itacas, Ulises y Odiseos

Te permitan llegar hasta esa tierra

En que la luz de tu narval de jade

Sea siempre profunda, transparente

Verdadera.

martes, 8 de septiembre de 2009

¡Están vivos!

¡Cuánta generosidad nos enseña la naturaleza! Soy una mujer muy citadina que se ha resistido por años a entrar en contacto directo con Ella, pese a lo hermosa que se ve en cuadros, fotografías y películas (¡especialmente porque no te pican los mosquitos!). Y sin embargo, por lo que se ve, llegó mi hora. 

Recientemente me mudé de una de las ciudades más grandes del mundo, a uno de los pueblos más chicos de mi país. Y aunque tengo el privilegio de vivir en una zona habitacional bien urbanizada, cómoda y segura, estoy, necesariamente, mucho más en contacto con la vida al aire libre, el campo, el lodo y los insectos de lo que he estado normalmente. Y envidio el privilegio de quienes viven -y lo disfrutan- verdaderamente inmersos en el campo con toda su riqueza de experiencias y sensaciones.

Ayer, por ejemplo, ayudé a mi papá a cosechar carambolos de sus hermosísimos árboles. Debemos haber estado cortando fruta durante unas dos horas. Llenamos algo así como 20 bolsas de tela de esas que venden en los supermercados para no utilizar bolsas de plástico. Todas las bolsas tenían carambolos por madurarse o maduros y en buen estado. El pasto bajo las copas de los árboles quedó lleno de carambolos picados por los pájaros y ya medio podridos. El árbol siguió ostentando, con gran garbo, gigantes racimos de esa belleza amarilla en la parte más alta a la que no pudimos llegar ni trepándonos al tronco.

El día dehoy, mi casa está rebozante de montañas de estrellas amarillas en todo tipo de fruteros, ensaladeras ¡y hasta cubetas! Ayer repartimos entre amigos y familia nuestro tesoro y ya comenzamos a buscar recetas para hacer cosas con carambolo porque no hay manera de comerlos todos antes de que se echen a perder. 

Qué sensación tan especial la de tomar el fruto del árbol ¡y morderlo! Jugoso, dulce... vivo. Se siente vivo. Esa ha sido mi experiencia cada vez que he tenido la fortuna de cosechar fruta de algún árbol. La primera vez, fue en Japón. Había huertos a los que la gente iba de fin de semana a manera de paseo. Al entrar, te daban una canasta para cosechar. Al salir, pesaban tu fruta y te la cobraban mucho más barata que en el súper. Cosechamos de esa forma blueberries, duraznos, nashis y tangerinas. Y como me sucedió ayer, morderlos era como comer algo vivo todavía... Suena canibalesco, pero en realidad es una sensación como de comunión, de integración con esto de lo que somos parte aunque a veces, inmersos en nuestras fortalezas de concreto que se extienden por kilómetros, lo olvidamos.

Está viva la fruta, el árbol, la tierra en donde echó raíces, los insectos revoloteando alrededor del colorido y aromático objeto de deseo... Está vivo el planeta más allá de uno mismo. Mmmm... es como volver a recordar que el ser humano no es el centro del universo, aunque a menudo nos convenzamos de lo contrario.

La tarde de ayer, mientras miraba a Renato morder un carambolo más grande que su carita, me emocioné mucho de que él tenga estas experiencias desde tan pequeño... él tendrá conciencia de la vida que vibra a su alrededor mucho antes de lo que lo supe yo... ¡qué afortunado!

lunes, 7 de septiembre de 2009

¡Corte! Toma 2


"Experiencia es lo que obtienes
cuando no obtienes lo que buscas"

"A veces, la vida da una segunda oportunidad", escuché ayer en voz de un amigo al que no había visto en 18 años, y con ello en mente abrí este nuevo blog de compartir la vida.  

Suena bien eso de poder hacer un corte y mejor repetir la escena. ¡Corte! Toma 2. Pero la realidad es que así no funciona la vida. La vida se renueva a cada instante. La vida es irrepetible y escurridiza. La vida es finita, milagrosa, rara y por ello preciosa. La vida ocurre por infinitas casualidades, coincidencias y causalidades únicas. Y avanza siempre hacia adelante. Las escenas no se repiten, los errores no se borran, los aciertos no son permanentes ni hay una meta a la que pueda llegarse antes de tiempo. 

La vida es un proceso de duración indefinida, pero nunca eterna. Y como tal, hay que vivirla. Sin autorecriminación ni culpa inecesaria, pero sí con sentido de autocrítica y disposición para enmendar lo enmendable, así como para reconocer lo que ya no tiene remedio. Aprender a renunciar en el momento justo en el que no hacerlo nos haría más daño,  es todo un arte que bien vale la pena aspirar a dominar.

Y de todo esto somos siempre aprendices, siempre aspirantes, siempre practicantes perfectibles. 

Yo no quiero cortes ni segundas tomas, sólo quiero seguir caminando y no olvidar las lecciones aprendidas. Sólo quiero encontrar cada día en mi vida -tal y como es-, más motivos para sonreír y menos para lamentarme de mis acciones u omisiones. 

Sólo quiero seguir por aquí, viviendo y dejando alguna huella que sea grata recordar.