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jueves, 10 de mayo de 2018

Agradecer como celebración: día de las madres

Hay algo muy íntimo en la celebración del Día de la Madre, algo que va mucho más allá de las felicitaciones, los ramos de flores y los restaurantes abarrotados. A mí me gustan los pretextos para celebrar, así que los aprovecho. Pero además de eso, me provocan siempre reflexiones personales.

La maternidad ha sido uno de los principales motivos de reflexión en mi vida.

Ser mamá, sin duda, ha enriquecido mi experiencia vital en el más amplio sentido de la palabra. Es decir, la ha enriquecido porque no ha sido una experiencia estática ni predecible. Ha sido una experiencia llena de matices; de contradicciones; de todo tipo de emociones, a menudo desbordadas; de cuestionamientos personales; de agradecimiento profundo; de aprendizaje constante; de retos personales.

En este camino de ya casi 18 años he aprendido a tratar de sacar lo mejor de mí, aún en los momentos en que me faltaban las ganas de ser mi mejor versión; he aprendido a ser generosa hacia afuera sin descuidarme hacia adentro, practicando con ahínco el maravilloso arte del malabarismo para sentirme realizada con quien soy, incluyendo mi rol como mamá, sin excluir todos los otros roles que la vida me ofrece.

He experimentado la gratitud de ser amada en toda mi imperfección. Y esa gratitud es enorme.

Estoy segura de que, como niña, yo también amé de esa manera. Pero como adulta, han sido ellos, mis hijos, quienes me han puesto el ejemplo y me han inspirado para reaprender a amar así.



Como familia Montessoriana, aprendemos que más que felicitar por un logro, hay que felicitar por el esfuerzo realizado, por haberlo intentado con todas tus ganas, por dar lo mejor que pudiste dar en ese esfuerzo determinado, y no necesariamente por el resultado.Y eso es lo que me viene a la mente con los cientos de felicitaciones que hoy circulan en todos los grupos de whats a los que pertenezco.

Cuando me llega un "felicidades mamá", no termino de entender por qué nos felicitamos.

¿Por no tirar la toalla en los terribles 3 o en la temida adolescencia de nuestros hijos? No era una opción, pero no voy a negar que lo consideré más de una vez cuando alguno de esos berrinches legendarios de la infancia se me salía de control. Pero qué, ¡ni modo que los regresara por donde llegaron!

¿Por ser mamás modelo? En lo personal, no me considero una mamá intachable, y aún así me gusta la mamá que soy.

¿Por ser tiernas, hermosas, por amar sin condiciones, por soportarlo todo? Ups.... la verdad es que no me reconozco en la imagen de la mamá abnegada. Puedo ser tierna, sí, pero también puedo ser todo unogro, pregúntenle a cualquiera que haya vivido conmigo. Hermosa.... bueno sí, ¡salvo cuando no amanezco hermosa!

Digo, es como si a mis hijos los felicitaran por ser mis hijos.... Ser hijos no tiene un mérito en sí mismo, sino la forma en que nos esforzamos en ser los mejores hijos posibles. Considero que pasa igual con la maternidad. Y yo, luego de casi dos décadas de experiencia, sigo en el proceso de aprendizaje que, sospecho, no tiene fecha de graduación.

También es cierto que, en mi experiencia, se ha ido volviendo más fácil con el paso de los años.

En parte porque conformen crecen,  ellos y yo nos conocemos mejor y vamos aprendiendo a comunicarnos (mucho más que cuando todavía no adquirían el lenguaje, por ejemplo); en parte porque supongo que yo también fui madurando; y en parte también porque ellos van adquiriendo su propia personalidad, descubriendo sus intereses, enriqueciendo sus vidas con experiencias más allá de mis brazos protectores, y volviéndose, paradójicamente, un poco desconocidos y en ese sentido también fascinantes...

Mientras más tiempo pasa y más nos conocemos, más misteriosos nos volvemos los unos para los otros.

Con una hija a punto de volverse adulta y un hijo que está ya en el umbral de la adolescencia, esas mentes que creía adivinar cuando eran niños, me ponen de manifiesto su naturaleza de siempre: son universos en expansión con vida propia, fraguando un futuro que ni ellos ni yo imaginamos en verdad.

Y yo... soy su mamá. Wow.

Así pues, más que celebrar el "ser mamá" les agradezco a ellos, mis hijos, por amarme como soy, y por acompañarme a recorrer estos años de la vida que hemos compartido, aprendiendo juntos el significado del "para siempre" y el verdadero sentido de pertenecer.





Gracias, Sabina y Renato, por construir conmigo un hogar indestructible en nuestros tres corazones. 

Creo que es así: ser mamá es un camino infinito de ida y vuelta que se construye en colectivo. Los involucrados son, claro, los hijos y la madre, y también los aliados -la pareja, la familia, la comunidad- que nos permite construir una experiencia afortunada del maternaje; no es una condición que pueda darse por sentada. A todos, gracias.

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