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miércoles, 21 de diciembre de 2011

¡Aoteaora a la vista!



Al igual que el gran navegante Kupe, hace unos tres mil años, hoy yo descubrí Aoteaora, hoy conocida como Nueva Zelanda, pero desde la ventanilla de mi avión, en un luminoso medio día. Y al igual que su esposa, Kuramarotini, lo primero que vi a lo lejos fue un montón de nubes blancas amontonadas sobre lo que parecia una enorme isla solitaria en el extenso Mar del Sur. Yo no grité, como hizo Kuramarotini, quien al verla exclamó sorprendida "Aoteaora" (larga nube blanca, en lengua maori), pero me quedé maravillada viéndo cómo iba tomando forma esa bellísima isla tapizada de verde y salpicada de bahías y de lagos, conforme descendíamos a sus 25m sobre el nivel del mar.

Aterricé en Auckland, la ciudad más importante de Nueva Zelanda después de Wellington, su capital. Mi parada aquí se debió a una falta total de planeación. Tenia la impresión de que las distancias en NZ serian cortas y que doce días serian suficientes para visitar las islas del norte y del sur. Tan pronto me senté, en Melbourne, con una asesora de viaje me di cuenta de mi error. "Necesitarías unas tres semanas para visitar los puntos mas representativos de las dos islas". Así que opté por obviar el Norte y concentrarme en el Sur (siempre el sur :)

Compré un boleto de avión de Auckland a Christchurch, y en las 4 horas y media de escala me escapé del aeropuerto dispuesta a comer junto a la bahía y darme una idea de la Ciudad.

Ahora vuelo rumbo a Christchurch, veo por la ventana un hermoso crepúsculo sobre un amplísimo horizonte circular enmarcando el inmenso mar y a lo lejos los primeros rastros de tierra firme. Arriba, un cielo aún claro me presume su primera estrella. Y yo, le guiño el ojo y no le pido un deseo. Como ha sido desde que comencé este viaje, dejaré que mis sueños más olvidados me sorprendan volviéndose deseos cumplidos.

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