Los más sabios. los maestros, los iluminados, los que han encontrado la forma de sostener la paz interna lo dicen: ¡no hay que tomarnos tan en serio! La vida es un juego, un sueño, maya... La vida es para aprender, y la mejor forma de aprender es disfrutando.
Esta noche salí, con una querida amiga, a hacer ejercicio. El cielo estaba claro, estrellado, con una sonriente luna creciente atisbando desde las alturas. Hace un tiempo que no puedo correr. No he logrado curar la facitis plantar que me diagnosticaron desde que llegué a este hermoso lugar. Pero descubrí que la bici es un excelente ejercicio para mi, porque no me implica un impacto sobre los talones, que es lo que me mata. Así que, enfundé a mi hijo en una chamarra de franela, le puse su casco de ositos, me puse el mío estilo thundercat, y salimos muy aventureros a pasear bajo la noche... Es lunes, se suponía que a esa hora yo estuviera dándole de cenar a los niños para acostarlos a dormir puntualmente. Pero la perspectiva de pedalear y mirar las estrellas, y de gozar de la rica charla típica de las sesiones de ejercicio entre amigas, me guiñó el ojo y no me resistí.
Qué rico es romper la rutina. Qué rico disfruar el aire fresco en mi cara mientras las llantas de la bici ruedan libres... se siente como volar, como ser niña de nuevo. Renato iba feliz, mirando los foquitos navideños que ya pusieron en muchas casas, tomando su leche en la mamila, y atesorando el recuerdo de una improbable noche de bicis para cuando haya que echar mano de recuerdos felices en el futuro... ¡nos divertimos!
Deberíamos hacerlo más seguido... ¡te invito!
Fue tan rico salir de la rutina en tu compañia y en la de Renato. Que se repitan muchas veces las noches estrelladas, las pláticas queridas y el viento en nuestra cara
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